sábado, 18 de agosto de 2007

Si hace frío, que venga el calor II


Los pibes ya habían copado la ciudad el viernes. Pero desde el sábado a la madrugada devoraron sus calles de invierno, porque el sentimiento les arrebata el cansancio. Rosario, Chaco, Salta -por mencionar los más lejanos, según la visión porteñocentrista- estaban hechos banderas, titilando por las esquinas, rezando para que no venga el agua.


En la entrada del complejo que alguna vez fue olímpico, mientras la calesita que antecede al Parque Polideportivo estaba cerrando -cansados sus dueños de decir que los mayores de edad no tenían acceso- vendedores de choripanes y remeras de ocasión montaron su guardia. Además de juntar unos mangos, hicieron de guías locales que indicaban donde se encontraban las entradas o la boletería, por la que muchos preguntaron a pesar de que los tickets ya estaban agotados.


Con algunos minutos de diferencia con el día anterior, pasadas las 21.30 la banda salió a escena. Emponchados, de nuevo, para la conquista de la segunda jornada de los rituales presentación del nuevo disco. "Pacífico" para arrancar, cantado por muchos de los 8 mil pibes que, como casi todas las letras nuevas, ya estaba memorizada.


De las plateas bajaban muchos al campo, como racimos que malhumoraban a los de seguridad. Siguió el sonido de "Labios de seda" y "Babilonia", justo antes del parate que, como el día anterior, antecedió a "Civilización" con la proyección de videos en la pantalla del escenario. "Taxi boy", "Manjar", "Agua"(cuya proyección esta vez fue una pecera con un pez dorado que derivó en un lobo marino) y "Los mocosos" en la lista de temas, que recorrió la discografía sin más denominadores comunes que el mismo ritual piojoso.


Luego Micky tomó el micrófono para incluir sus dos canciones otra vez. Las guitarras de todos los temas fluyeron entre el sonido rioplatense que supieron conseguir con la camaleónica esencia del disco nuevo, sin ningún obstáculo, sin ninguna barrera. Luego de la intervención del cantante auxiliar, en "Qué decís" hubo una zapada encarada por el teclado y arengada por el resto de la banda, que pudo unir una crónica barrial que indica que no hay "nada que pensar hoy" con el pegadizo himno del funk setentoso "Staying alive".


Confirmando que se trata de un show, una puesta en escena o como quiera llamarse a un espectáculo musical que no se limita a la música, antes de "Unbekannt", locuciones en off en alemán anunciaban la venida de esa canción que describe un costado de la visita de Andrés Ciro a las tierras germanas, cuando el Mundial 2006. Mapas, fotos de ciudad, personajes de esa nacionalidad y la señal de que es el más pogueable del nuevo disco.


Si de pogueable se trata, justo después de "Vine hasta aquí" llegó "Morella". Canción que agita casi tanto como el cuento en el que está basada, que cuando termina, vuelve a sonar. Y otro parate más, para hacer reposar un poco la sangre movediza.


Cerca del cierre, "Buenos días Palomar" estuvo acompañado por videos de radios antiguas, con mucho perfume a viejas. Luego un inesperado "Maradó" y "El balneario de los doctores crotos" marcaron el final del último de los dos shows. También "Finale" para señalar las banderas. Merlo, Solano, Longchamps, Laferrere, Paso del Rey, Santa Fe, Cañuelas, Bahía Blanca. Todas nombradas y festejadas, ninguna tanto como la que decía "Mar del Plata", afirmando que los locales eran una menor mayoría.


La brasa se apagaba pero tanto esperar no había sido en vano. De las cenizas de esas dos noches quedaron sonidos coloreados, atmósferas texturizadas y canciones cantadas para deducir que el ritual mejora con el paso de los años. Desestructurar los sentidos para hacerlos más sensibles a la información, a la poesía, a las melodías caprichosas, a pesar del frío y la distancia, no es un pequeño logro sino una gran conquista. Como los pibes de Avellaneda que conquistaron un pedazo de playa, los pibes de El Palomar se adueñaron de dos noches a pura energía sonora.


Redacción: Nadia Mansilla
Foto: Sebastián Klein


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