sábado, 8 de septiembre de 2007

Durante la tormenta, todos cantamos, todos bailamos


Con más alegría que ansiedad, la cancha de básquet del club Estudiantes de Olavarría, era una burla a la noche gris que mojaba el afuera de un sábado a la noche. Hacía seis años que Los Piojos no tocaban ahí y ese retorno musical debía gestarse con todo. Por lo que a las 21:38 hs, cuando se apagaron las luces, y las imágenes que introducían en el octavo show de la presentación de"Civilización", con frases de canciones del nuevo material, se mostraron en el escenario, un unísono desesperado previno que la noche sería al menos intensa.


Un "87" que se descompone en caracteres chinos llamó a la oscuridad. En un paredón de luz se proyectaban las sombras de las cuerdas y la voz. Sonaban las palabras de "Pacífico", que una vez terminada la primera estrofa, la contraluz llevó a esa parte de la banda delante y a los tambores y el teclado arriba del muro de pantallas. Sin mediar palabra, llegó "Desde lejos no se ve". Y después "Taxi Boy", con un pedacito de "Tan solo" en la armónica del Andrés Ciro, que provocó que los muchos niños presentes aprendieran la técnica de revoleo de remera, hasta que sus jóvenes brazos se cansaran.


Enseguida Ciro rompió la ausencia de verbalización y dedicó un "Para todos los que no son de Olavarría", lo que produjo que una gran mayoría levantara la mano. Entonces sonó "Civilización, que "Y qué más" y "Chac tu chac" continuaron. Cuando le tocó el turno a "Labios de seda" el escenario se volvió rojo carmín; para "Luz de marfil" se tornó violeta. Después vino "Fijate" y cuando Micky cantaba, abrazado al bajo, "y en el camino tendremos que saltar piedras" aparecían carteles indicadores que mostraban una ruta donde se aproximaba la ciudad que entonces los recibía. Siguió "Un buen día", una de las canciones más calientes del nuevo disco, también en la voz del inquieto bajista.


"¿Les gustó el nuevo disco?", preguntó Ciro cuando recuperó el micrófono y tomó letra con "Bicho de ciudad". Aprobados todos. A continuación, un flaco se adueñó de la más intensa interpretación de la intro de Maradó, y la canción dedicada al pibe de Fiorito movilizó hasta el cemento. La siguió "Pistolas", con pedacitos de "Little Red rooster", de los Rolling Stones y "Staying alive" de los Bee Gees. En el transcurso de la extensa interpretación, el cantante se subió a la platea hasta que una turba piojosa lo instó a bajarse, escoltado por unos desesperados muchachos de seguridad.


Por los ventiluces de la cancha se veían los latigazos de luz gris en el medio de la noche. Ahí, fuera de ese recinto de exultación, llovía con furia. Después de "Difícil" un acorde sonó y Ciro preguntó qué significaba. "¡El farolito!", exclamó una desde la platea. "Qué buen oído", le respondieron desde el escenario. Y comenzó el emblemático tema de "3er Arco", canción que se extendería durante varios minutos, alargada por las interpretaciones focalizadas de los instrumentos que suelen generar multitudinarios solos.


"Vamos Charango", vociferó uno, para el Changuito Farías Gómez que largó unos cuántos golpes en sus tambores. Se trató de una prueba de resistencia de aplausos que acompañaban su ritmo, primero arriba y luego debajo de las pantallas. Ovación. Entonces vino otra improvisación, pero de las manos de Chuky De Ipola sobre el teclado. Cayó otro extracto de una canción ajena a la banda, "Sex Machine" de James Brown. El alma del soul ya había salpicado de un setentoso espíritu disco la noche, acompañada por la armónica de Ciro. Luego fue el turno de Roger para agitar sin libreto. Al sonido que sus palillos generaban, se coló un poco de "Ay ay ay", hasta que volvió "El Farolito", que jamás había terminado. Y Micky adoptó las manos de Ciro que ilustraba con sus brazos y dedos los gritos del bajista desde la espalda de éste, con una sonrisa gigante y los ojos cerrados. Fin de un farolito que con su radiante luz iluminó el momento más encendido de la noche.


Ya en el entretiempo, la eterna rivalidad campo-platea se reflejó en quién empezaba los cantitos primero. Tanto fue así que la originalidad apeló al recuerdo y se retomó un viejo cántico de recitales: "No nos vamos nada/ que nos echen a patadas".


Cuando en la pantalla se leía una reseña sobre Armin Meiwes, el caníbal de Rotemburgo, se entendió que venía la al menos excitante "Manjar". Enseguida Andrés preguntó al público cuál sería el siguiente tema, entre las opciones de "Como Alí" o "Unbekannt". Y unas voces germanas dieron la pauta que lo que seguía sería la canción que narra las desventuras de un pibe de Palomar en Alemania. De los tambores bajó el Changuito para tomar la guitarra que sólo le quedaba grande de tamaño físico. Durante toda esta canción se llevó a cabo una instalación actoral donde los músicos caminaron al compás de las luces, como fríos señores, desconocidos entre sí que en su andar no cruzaban ni las miradas.


A continuación las guitarras llenaron de estrías sonoras la cancha de básquet. El cuento de Edgar Allan Poe hecho canción, "Morella", tomaba forma. Un cuelgue improvisado ayudó a que en el centro del campo se abra un vacío que se convertiría en un pogo torrentoso, de esos que buscan quedar en el recuerdo en forma de moretones o zapatillas que fueron historia.


Después de otro entretiempo y con la mirada atenta de Pappo desde alguna nube en el cielo de los rockeros, vino "El viejo", que unas hija y madre sub-40 acompañaron con sus caderas. En el mismo tono se acercó las estrofas que describen los pensamientos de un mendigo bajo el Puente Negro, ahí cerca de Isla Maciel, y que anteceden a "Genius", que fue el último tema del show, antes de la lectura de banderas.


"Hacía mucho habíamos venido y también había sido una fiesta", dijo el cantante, después de la ovación que generó cuando mencionaron al trapo de Olavarría. Otros presentes fueron Lugano, Florencio Varela, Merlo, La Boca, Burzaco, General Rodríguez, Mar del Plata y Rosario, que fueron nombradas con los acordes de "Arco 2" de Ay ay ay" y el "allá se van Los Piojos" que musicaliza un track sorpresa de "3er Arco" y al que el público siempre lo reversiona con una expresión de resistencia al final en "no se van, no se van Los Piojos".


Así terminaba la primera etapa de la gira "Civilización". Afuera las remeras al agua se liquidaban a diez pesos, los lugareños se cabeceaban entre sí, con saludos de vecinos y algunos otros se preparaban para dormir en la Terminal, luego de caminar bajo una deliciosa lluvia que anunciaba la cercana primavera. Para cuando venga la estación que sensibiliza la piel, será el turno de Mendoza, Rosario y Córdoba. Que la máquina no pare.


Redacción: Nadia Mansilla

Foto: Sebastián Klein

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