Viernes en la ciudad. La postal porteña tiene sus colores propios los viernes. El caos del tránsito, mucha más gente de la habitual retornando a sus hogares. Pero el bajo porteño recibía a Los Piojos y había unas pinceladas distintas.
Había pasado el mediodía cuando Andrea, junto a su hermana Mariel empezaron a hacer la fila para entrar al Luna. Vinieron de Montegrande. Las puertas no abrirían hasta pasadas las 19, pero ellas, junto a Daniela de Moreno y Lula de Hurlingham, que se sumaron después, fueron las primeras en llegar. Pertenecen al conjunto de piojosos que llega lo más temprano posible al templo donde haya ritual con la idea de sentar raíces en el vallado que divide al público del escenario. Un poco más atrás, y habiendo llegado algunas horas después, estaban Natalia de Villa Urquiza, que aguardaba por la primera vez que vería a la banda que sigue hace diez años. Al lado suyo estaba Abel, de Chivilcoy que había llegado a Buenos Aires la noche anterior. Atrás suyo, Jessica de Moreno. Seguidamente Patricia, que es la mamá de Nadia y son de Caballito. Nadia subió a bailar en Rosario y en el Luna anterior. En otra fila, conocieron a quienes las acompañaban: Griselda de Moreno y Romina de Quilmes. Romina invirtió su primer sueldo en la entrada para su primer ritual, en el River pasado. Ellas, como Andrea y Mariel, Daniela y Lula, se conocieron haciendo cola para entrar a los recitales de Los Piojos. Jonathan, en cambio, vino solo desde Bella Vista porque no lo pudo acompañar su papá, que es quien le hizo escuchar los Piojos.
Más cerca de la puerta de acceso y esperando por conseguir una entrada, estaban Eugenia de La Plata, Teresa de Bernal y Ezequiel de Berazategui, que se conocieron en las marchas de Cromañón. Luego, se acercaron al mismo punto Laila, de San Cristóbal; Gabriel de Del Viso; Alba de Máximo Paz y Agustín de Pilar, que se ganaron entradas respondiendo preguntas en la FM Mega. Se las merecían: los cuatro vinieron a todos los Luna de este año. Otros que se ganaron entradas –a través de la página oficial y su propuesta para quienes hayan estado en otros 5 recitales- para el sexto ritual fueron Ricardo de Morón, que como ya la tenía, se la regaló a su hermano. También Yanel, de San Miguel que celebraba su buena suerte, porque no le alcanzaba la plata para pagarse otro Luna. Y Hernán de San Martín; Germán de Once, Rodrigo de Longchamps, Mariano de Bella Vista y Facundo de Villa Ballester. Algunos se enteraron por la costumbre de entrar a visitar la página, y otros porque les pasó el dato algún amigo.
Más tarde, y con el Luna más vacío que lleno, Sebastián, Victoria, Ana, Juan y Lucila, de Roque Pérez. Belén y Aldana, de Alberti (que los escucha desde que nació) estaban en la valla.
Cuando a las 21:40 se apagaron las luces, sólo los acordes de “Te diría" acallaron el “mamá yo quiero/mamá yo quiero mamá/que salga Ciro y todo el año es carnaval” que secundó la proyección de distintas imágenes a las habituales de las pantallas. Ciro tomó la voz recién cuando vino el “Si dijéramos que el sol cae sin ganas”. Una bandera amarilla con el Piojo de 3er Arco y una de Morón se agitaban en el campo.
“Taxi Boy” contó con una improvisación en el teclado de Chucky De Ipola. “Muchas gracias, buenas noches”, dijo Ciro y después siguió con “Chac tu Chac”, donde clavó sus labios jaggerianos de Ciro en la cámara que lo filmaba.
Piti, con su remera que rezaba “PAZ”, así en mayúscula y bien grande, tocó su guitarra sentado cuando sonó “Civilización”. Unas vías de ferrocarril se proyectaron en la pantalla mientras sonaba “Vine hasta aquí”, con el Changuito Farías Gómez en la guitarra, en vez de en los tambores.
“Estamos románticos hoy”, dijo Ciro, para después seguir con “Y qué más”, y su pedacito de “Let it bleed” de Los Rolling Stones. “Ckucky, viejo amigo”, le decía Micky al tecladista mientras sonaba el puente de la canción, en un estilo tanguero. Cuando fue el turno de “Los Mocosos” Ciro se sacó la campera negra brillante que vestía y se puso a bailar frenéticamente. Tuvo su descanso luego, cuando el dejó el escenario al canoso bajista para que cante “Fijate”. “¿Vamos con otra?”, preguntaron al público. Y sonó “Un buen día”, mientras unas luces estroboscópicas subrayaban el ritmo y una autopista de rayos se proyectaba en la pantalla.
Cuando sonó “Agua”, la atmósfera del Luna era lunar. Una neblina azul asaltó la atmósfera. Y un flaco subido a otro sacudía unas llaves y un documento buscando su dueño.
En la única pantalla que había en el escenario, los piojos de distintos discos tomaron cuerpos en trazos elaborados aunque simples, y colores estridentes cuando llegó “Shup shup”. También hubo duelos musicales entre Micky y Ciro y Chucky y Tavo. En cambio cuando sonó “Manjar” -y su habitual pedacito de “Debede” de Sumo- llegaron unas chicas tan desinhibidas como tímidas frente a las cámaras.
Seguido, “Pistolas”, que es uno de esos temas en los que Tavo toca con fuerza. Como si fuera a romper la guitarra. Ahí, Ciro hizo sonar un cornetón de plástico, como ese que casi abre “Ritual”, el quinto disco de la banda. También hubo una improvisación del Changuito, que de a poco pintó de verde y amarillo sus cueros.
“Directamente desde Mil Hormigas”, dijo Ciro para presentar al Rifle Pandolfi y a Fran Aguilar, que se colgaron las guitarras para tocar “Tan solo”. Ahí, el cantante de la banda de Palomar tomó la cámara para filmar al público. Entonces, rápidamente se levantaron las banderas. Casi toda la canción la cantó el público.
Nubes que teñían una tormenta se proyectaron en la pantalla cuando sonó “Pacífico”. Luego Ciro tocó en reggae el comienzo de “El Farolito”. El himno de “3er Arco” también contó con una improvisación del teclado de Chuky, unas estrofas de Relax (de Frankie Goes to Hollywood) y “La rubia tarada”. Después de soltar un megáfono al que le había encendido la sirena, el cantante largó un “¡Chau, buenas noches!”, que adelantó el receso que vendría. Hasta que vendrían los bises, los cantitos del público tuvieron un delay.
“Estamos terminando el sexto Luna Park. Mañana es el séptimo. Queríamos agradecerles… y ahora vamos a tocar “Bicho de ciudad”, dijo Andrés Ciro. Entonces se levantaron carteles y banderas con pedidos para subir a rasgar la guitarra. Así subió Kevin de Monte Chingolo, que tenía una remera que decía “YO Kiero tocar” en el frente. “Kevin. Que viniste y te hice subir”, jugó Ciro con su nombre. “¿Mañana venís?” le preguntó luego a Mariano de Hudson, que como le dijo que no, también subió al escenario. Aplausos. Y con una guitarra acústica y una eléctrica extra, sonó la canción del nuevo disco, mientras en la pantalla se veía la vista desde las ventanillas de un tren.
El Changuto se volvió a calzar la guitarra para cantar “Umbekannt”. Potencia vikinga. Después, De Ipola cantó la primera estrofa de “Ruleta”, donde Ciro bajó por la derecha del escenario y subió por la izquierda, saludando a todos los que estaban en la valla.
Bises otra vez. Y el Luna, un tanto lúgubre, dio paso a “Genius”, con los vientos de Victor Skorupsky en el saxo, Bebe Ferreira en el trombón y Juan Cruz de Urquiza en la trompeta. Hacia el final de la canción, justo ahí, donde el tema estalla, el recinto se iluminó con las voces del público. Un solo de trompeta invadió “Muévelo”, donde bailaron Nadia, la de Caballito y Leonel. Cuando el tema pareció esfumarse, renació para dar el puntapié inicial del cierre.
Bises otra vez. Y el Luna, un tanto lúgubre, dio paso a “Genius”, con los vientos de Victor Skorupsky en el saxo, Bebe Ferreira en el trombón y Juan Cruz de Urquiza en la trompeta. Hacia el final de la canción, justo ahí, donde el tema estalla, el recinto se iluminó con las voces del público. Un solo de trompeta invadió “Muévelo”, donde bailaron Nadia, la de Caballito y Leonel. Cuando el tema pareció esfumarse, renació para dar el puntapié inicial del cierre.
Entonces llegó “Buenos días Palomar”, que fue acompañado por un efecto de agua en la pantalla que proyectaba a los músicos. Las banderas eran desplegadas por sus dueños hasta ser leídas. Finalmente los siete músicos se abrazaron al final de la pasarela que promediaba el escenario. Luego repartieron púas y palillos. Micky le hizo upa a su hija Morena, que con sus bracitos tiraba púas como si fuera alimento para peces en un estanque.
Así cerraba la primera de las dos últimas jornadas de Los Piojos en el Luna Park. Afuera, a encontrarse con amigos, familiares, compañeros de emoción, que fueron testigos de un ritual. Muchos de los cuales, llenaron su sangre de pasión piojosa en los últimos meses. Porque los rituales son encuentros de una gran familia. La gran familia piojosa. La misma que el sábado 14 los despedirìa hasta octubre.
Redacción: Nadia Mansilla
Foto: Sebastián Klein
Publicado en: www.lospiojos.com.ar